viernes, 26 de octubre de 2012



Una noche un hombre caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida. La ciudad era muy oscura en las noches sin luna. En determinado momento, se cruza con otra persona. Ésta lo mira, lo reconoce, se da cuenta que es el ciego del pueblo. Entonces, le dice: "¿Qué haces con una lámpara encendida si tú no ves?."

Entonces, el ciego le responde: "No llevo la lámpara para ver mi c
amino. Conozco las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me ven a mi. No sólo es importante la luz para mí, sino también para que otros puedan servirse de ella. ¿No sabes que alumbrando a otros, también me beneficio yo, pues evito que me lastimen aquellos que no podrían verme en la oscuridad?"

MORALEJA:
Cada uno de nosotros puede alumbrar el camino para ser visto por otros, aunque uno, aparentemente, no necesite esa luz.
Alumbrar el camino de los otros no es tarea fácil. Muchas veces en lugar de alumbrar, oscurecemos aún más el camino del prójimo.
¿Cómo? A través del desaliento, las críticas destructivas, el egoísmo, la envidia, el odio, el resentimiento, la maledicencia... etc.

Que distinto sería el mundo, nuestro país, nuestra sociendad, incluso nuestra familia, si todos compartiéramos nuestra luz, nuestros buenos consejos, nuestra amistad sincera, iluminando así el camino del prójimo.

Shalom y muchas brajót.

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