jueves, 2 de mayo de 2013

UNA BELLA HISTORIA




Estimados lectores, los frutos de la tierra nos pueden alimentar de muchas formas. He aquí una bella historia verídica en que una manzana sirvió nos sólo de alimento para el cuerpo sino también como sustento espiritual a un joven judío en un campo de concentración.

LA MANZANA DE LA ESPERANZA.

   Un frío día de 1942, en un campo de concentración nazi, un solitario jovencito miraba más allá del alambre de púas viendo pasar a una muchacha, prisionera en la sección femenina del campo. A ella también le emocionó su presencia. En un esfuerzo por darle expresión a sus sentimientos, arrojó una manzana roja por encima de la cerca. Una señal de vida, de esperanza, de amor.
Al día siguiente, pensando que estaba loco por la idea de volver a ver la muchacha, miró, esperanzado, más allá de la cerca.
  Del otro lado del alambre de púas, la jovencita anhelaba ver nuevamente la trágica figura que tanto la había conmovido. Venía preparada con una manzana.
  Una vez más, a pesar del duro invierno, dos corazones recibían calor al pasar la manzana por encina del alambre de púas.
   La misma escena se repitió durante varios días. Los dos espíritus jóvenes, a los lados opuestos de la cerca, anticipaban con ansia el momento del reencuentro  diario. La interacción siempre iba acompañada de un intercambio de sentimientos inexplicablemente reconfortantes.
En el último de estos breves encuentros el jovencito, saludó a su dulce amiga con el ceño fruncido advirtiéndole: “Mañana no me traigas otra manzana, no estaré aquí, me envían a otro campo”. Luego, se alejó angustiado.
  A partir de ese día, la imagen tranquilizadora de la joven se le aparecía en sus muchos momentos de angustia.
Su familia fue asesinada en la guerra. La vida que había conocido casi había desaparecido, pero el recuerdo de la joven de la manzana roja se mantuvo vivo y le dio fuerzas para seguir adelante.
Varios años después de terminada la guerra, En Estados Unidos, dos inmigrantes se encontraron en una cita ciegas.
   “¿Dónde estuviste en la guerra?”, preguntó la mujer.
   “Estuve en un campo de concentración en Alemania”, replicó el hombre.
   “Recuerdo que yo acostumbraba arrojarle manzanas a un chico que estaba en un campo de concentración”, mencionó ella.
Emocionado, el hombre preguntó: ¿Ese chico, te dijo algún día que no le traigas más manzanas, pues lo enviarían a otro campo?... “Si”, dijo ella. “¿Pero cómo es posible que sepas eso?”
   La miró a los ojos diciéndole: “yo era ese jovencito”. Luego de un breve silencio agregó: “en aquel entonces me separaron de ti y no quisiera volver a alejarme de ti jamás. ¿Te casaría conmigo?

  “Si”, exclamó ella, mientras se abrazaban emocionalmente.

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