Rav. Yaakov Nehmer y la Rebetza Silvia de Nehmer

Líderes de la Congregación Sefardí Beit Yaakov

Servicio de Shabat

Sabado a las 10 de la mañana.

Congregación Beit Yaakov

Los invita a sus actividades semanales.

Al Servicio de HaShem en Beit Yaakov

Hace 36 años que aceptamos a Yeshúa HaMashíaj 18 años como Judío Mesiánico.

Yeshúa HaMashíaj

18 años como Judío Mesiánico Once años al Servicio de HaShem.

lunes, 22 de abril de 2013

LA ALEGRÍA DEL SHABAT



PARASHÁT (31) EMOR “Habla”
פרשת־אמר
LA ALEGRIA DE SHABAT

En esta parashát la Torá nos nombra a todas las festividades: Pésaj, Shavuot, Sucót, Yom Terúah, Yom Kipur y Shabat.
Respecto a Shabat, explica el Rav Avigdor Miller (famoso Rav que vivía en Estados Unidos y qué falleció hace unos años) la gran importancia de pensar en Shabat que HaShem creó el mundo de la nada. En Shabat decimos (en el rezo y el kidúsh) “en recuerdo de la creación”, pero no nos detenemos a pensar en lo que estamos diciendo, y esa es nuestra obligación: pensar durante unos momentos en que HaShem creó todo lo que existe a partir de la nada.
Está escrito en la Torá, al final de los seis días (Bereshít 1,31): “HaShem vio todo lo que había creado, y dijo que fue muy bueno”.
El libro Jovot Halevavot dice que HaShem es muy bueno, sin embargo, la gente está ciega y no lo nota.
El mundo es realmente muy bueno, y Shabat es un excelente momento para darnos cuenta del increíble mundo que HaShem creó.
El Rav Miller ofrece el ejemplo de una persona que va caminando por la calle, y como todos los días, se encuentra al mendigo que le estira la mano para que le dé unos centavos, y se los da. Después de cierto tiempo, la persona le empieza a dar un dólar, y lo sigue haciendo todos los días, durante un año. Después de un tiempo, el mendigo empieza a quejarse, ¿Sólo un dólar?
Vemos que incluso una persona que recibe el favor de alguien todos los días, se cansa y cree que ya no es suficiente.
Lo mismo os pasa con HaShem, nos da cosas tan buenas todos los días, pero nosotros nos cansamos, y nos preguntamos: ¿qué me da?, ¿de qué le tengo que mostrar agradecimiento a HaShem?; y no somos capaces de3 mostrar todo el jesed (bondad) por cada cosa que tenemos, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Solo cuando nos pasa algo o perdemos algo, entonces nos damos cuenta de lo que teníamos. Una vez escuché de una persona que iba seguido a los hospitales y cementerios y vivía feliz dándose cuenta de todo lo que tenía, pues así aprendió a valorar hasta lo más mínimo que tenía en la vida.
Dice HaShem, que si obedecemos sus mitzvót (mandamientos) vamos a “comer y saciarnos”. “¿Se dan cuenta de la gran bendición que es tener qué comer?”, pregunta el Rav
Ahora, díganle a un judío americano que la recompensa por cumplir la Torá es que va a tener qué comer, seguramente responderá: ¿Eso es todo?, y ¿qué hay de un auto, las vacaciones, los lujos? El Rav conoció a una persona que se había tomado dos meses de vacaciones en las montañas, y se aburrió, después se fue un mes a Suiza.
Cuando la gente está ciega nunca está contenta.
HaShem quiere que hagamos una pausa para que analicemos lo que nos está dando.
Cuando yo vivía en Europa, dice el Rav, unos vecinos nos contaban que cuando eran jóvenes no tenían lo suficiente para comer, cuando el niño pedía otro pedazo de pan, la madre se veía obligada a decirle “lo siento pero no hay más”.
HaShem nos dice en la Torá que Él bendigo el séptimo día, ese día es mitzvá pasarlo bien en este mundo, más que el resto de la semana.
Ante todo, uno no tiene que trabajar: ¡qué placer! En Shabat se comen comidas especiales, con todo tipo de delicias que no se suelen comer durante la semana.
En Shabat, cuando uno se sienta a comer, es el momento de trabajar, de estar ocupado viendo lo bueno que es todo, qué rica está la jalá (pan), qué exquisito es el buen vino, es el momento de decirle un halago a la mujer por todo lo que preparó, y de contemplar la abundancia de la mesa.
El judío tiene que ser más optimista que el resto de la gente en este mundo, ya que nosotros tenemos el precepto de Shabat: un día de alegría.
Uno se sienta en compañía de la familia, entona canciones, come muy bien, y se goza. Una vez cada seis días el judío tiene vacaciones, cambia los anteojos con que suele ver al mundo, para ver que el mundo es realmente muy bueno, y todo esto no es sino una muy breve descripción de lo que es Shabat para el judío.
Cuenta la Guemará en el tratado de Shabat (119ª) que e3l Cesar le preguntó a Rabí Ioshúa ben Jananía por qué la comida de Shabat es tan deliciosa. Rabí Ioshúa respondió: “Por un condimento que nosotros le ponemos, y se llama Shabat, por eso es deliciosa”. El Cesar le pidió: “Danos un poco de ese condimento”. A lo cual Rabí Ioshúa respondió: “A todo el que cuida el Shabat le funciona, y al que no lo cuida, no le funciona”.
Solamente el que tiene el mérito de cuidar el Shabat puede sentir ese condimento tan delicioso y disfrutar del gran regalo que HaShem nos da cada semana del año, durante toda la vida.
Para terminar, he aquí una historia real que escuché hace poco. Se trata de algo que pasó hace varios años con una pareja que vivió muchos años y muy feliz. Todo funcionaba de maravilla entre ellos. Su único problema era que ya tenían casi veinte años de casados y todavía no habían podido tener hijos. El hombre y la mujer, con un profundo dolor imposible de imaginar, decidieron divorciarse. Después de varias semanas, se enteraron de que la mujer había quedado embarazada.  Por un lado la alegría fue muy grande, pero, por el otro, una gran tristeza los invadió, ya que el hombre era Cohén, y esta parashát nos señala que el Cohén no se puede casar con una mujer divorciada, a diferencia de un judío que no es Cohén y si puede casarse con una mujer de esa condición.
El hombre fue a consular a su Rav para saber si se podía hacer algo, pero, obviamente, la respuesta fue negativa, así que los mandó a consultar -  según cuentan – al Rav Eliashiv, el Rav más prominente en Ley Judía de nuestros días, quien vive en Ierushaláim y recientemente cumplió cien años.
El Rav Eliashiv trató de buscar algún tipo de solución, quizás su casamiento no había sido casher, quizás hubo algún problema con los testigos... Al final, vio que el casamiento había sido conforme a la Torá, y le informó que no había de permitirle que se volviera a casar con su ex esposa. Por otro lado, le dijo que fuera al Kótel (muro occidental) y que elevara ahí su tefiláh (rezo) pues uno nunca sabe lo que puede pasar. Le dio su bendición, y el hombre se marchó directamente al Kótel, a volcar su corazón delante de HaShem, por el profundo e inimaginable dolor que lo agobiaba.
Después de rezar y llorar durante varias horas, se le acercó un hombre, y se puso a conversar con él. En su charla, el hombre le preguntó sobre su padre, el Cohén le dijo que su padre se encontraba en Estados Unidos, muy enfermo y que hacía mucho tiempo que no lo veía.
El hombre le dijo: “Me parece que tienes que viajar ahora mismo y hablar con él”. El hombre logró convencerlo, y a los pocos días viajó a ver su padre a Estados Unidos, que se encontraba internado en un hospital.
Después de su emotivo reencuentro, el padre le dijo: “Según los médicos, son pocos los días que me quedan, por lo tanto, tengo que revelarte un gran secreto. Nunca te lo conté, pero quería decirte que tú eres adoptado, por lo tanto, tú no eres Cohen”.
Cuando escuchó esta declaración, el hijo casi se desmaya de alegría, no podía parar de llorar, sabiendo que ahora podría volver a casarse con su ex esposa. En ese momento pudo entender lo que le dijo el Rav Eliashiv de que fuera elevar su tefiláh en el Kótel, y ¡cómo se cumplió la bendición que le dio!
Vemos que nunca hay que darse por vencido, pues la palabra “resignación” no aparece escrita en la Torá. Por otro lado, vemos que es muy importante seguir los consejos de la Torá y de los sabios, quienes reciben ayuda especial del Cielo para poder guiarnos por el mejor camino en nuestra vida.

                                    Shabat Shalom

Recopilado: Más dulce que la miel 

lunes, 15 de abril de 2013

La Grandeza de la Torá



La Grandeza de la Torá

Esta semana se leen dos parashiot Ajarai Mot y Kedoshim.

Ajarei, que empieza hablando, entre otras cosas, de la muerte de los hijos de Aharón Hacohen, y luego del servicio de Yom Kipur, de los diferentes sacrificios y tareas que se realizaban en el Templo, de la gran importancia de Yom Kipur, de la prohibición de comer la sangre de los animales, de las relaciones prohibidas, de no imitar las costumbres de los otros pueblos y acerca de la importancia de la tierra de Israel.

En la parashát de Kedoshim el Séfer Hajinuj (libro de la educación) calcula 51 mitzvót (mandamientos): 13 mitzvót de realización y 38 de abstención.

Algunas de ellas son: Temer al padre y a la madre; no ir en pos de la idolatría; no hacer ningún tipo de ídolo, tanto para uso propio como para el de otros; no robar nada del prójimo; no jurar en falso; no retener los bienes del prójimo; no retrasar el pago del trabajador; no hacer tropezar a la gente confundiéndola con diferentes consejos; no ser parciales en el juicio; que el juez no le dé más honor al rico; juzgar con rectitud; salvar al prójimo; se trate de su vida o de sus bienes; no odiar al prójimo; reprender al prójimo para que se comporte de acuerdo a la Torá; no avergonzar al prójimo; no vengarse ni guardar rencor; y entre todas ellas, encontramos dos especiales: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” y “No andes con chismes y hablando mal de los demás”.

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, el célebre Rabí Akiva nos enseña que esta es la base de toda la Torá. El sabio Hilel dijo: “Lo que no quieres que te hagan a ti, no se la haga a otro”.

Algunos sabios explican que para amar al prójimo, primero uno se debe amar a sí mismo, o sea, la persona debe refinar sus cualidades, como la humildad, el respeto, los modales, Etc., para que entonces pueda amar a los demás.

El Rambán (Najmánides) dice que es imposible amar a otros como uno se ama a sí mismo. La Torá no quiere eso, ya que la vida de uno tiene prioridad; lo que la Torá quiere es que sintamos el deseo de que los demás logren el mismo éxito y prosperidad que nos deseamos a nosotros mismos. Es un instinto de la persona de la persona decir que deseamos lo mejor para el otro, pero lo que realidad quisiéramos es que tengan menos éxito que nosotros.

La Torá nos dice que no debe ser así, el Yehudí debe refinar su actitud de tal manera que pueda desear que los demás lleguen a tener lo mismo que deseamos para nosotros.
Otro rabino explica que la mitzvá de amar al prójimo no se refiere a querer a la gente buena, ya que sería imposible no quererla, HaShem nos ordena amar incluso a la gente que nos cuesta trabajo.

El Alter de Slobodka (famoso rabino Europeo de los últimos tiempos) explica: Cuando la Torá dice: “Como a ti mismo”, en el mandamiento de amar al prójimo, se refiere a que del mismo modo en que tú te quieres instintivamente, sin buscar razones, así tienes que querer a tu prójimo: sin buscar razones.

Una de las formas de cumplir este precepto es que la empatía que manifestemos por el dolor de otros sea sincera y no fingida; siempre hay que tratar a los demás con respeto, procurar lo mejor para ellos, compartir su dolor, recibirlo con amabilidad, si llegan a hacer algo raro, hay que juzgarlos con indulgencia; se debe brindarles ayuda tanto física como espiritualmente, ayudarlos con un préstamo si lo necesitan, y nunca hay que considerarse mejor que nadie.

Otra mitzvá que nos ordena la Torá en esta parashát es la de no andar contando chismes, ni hablando mal del prójimo. 

La Torá nos die que HaShem nos santificó y que no debemos seguir los caminos de los otros pueblos.

Lamentablemente, hoy, los medios de comunicación han afectado gravemente la vida de los Yehudim, nos muestran que hablar mal del prójimo no tiene nada de malo, y no solo eso, sino que además es algo bueno, divertido, y no le hace mal a nadie. De esa forma, los medios han impuesto la moda de hablar mal de todos.

Lo único que se logra con esa conducta es destruir a personas, familias, matrimonios, amistades, y se provoca incluso que la gente pierda su puesto de trabajo, y, por consiguiente, el sustento del hogar, además de difamar el nombre de la persona, perjudicándola para toda su vida.

Se acostumbra que desde Pésaj hasta Lag Baómer (y hay quien opina hasta Shavuot) no se celebran casamientos, no se escucha música y no se corta el cabello, dado que en esta época – cuenta la Guemará – murieron doce mil parejas de alumnos de Rabí Akiva.

La Guemará nos dice que murieron porque no se daban honor mutuamente. El Maarshá, uno de los principales comentarista del Talmud, explica que muy posiblemente ello se debió a que hablaron lashón harrá (Maledicencia), y, por lo tanto, esa época es muy propicia para rectificar ese gran defecto, y se acostumbra estudiar el Tratado de Pirké Avot, que contiene las enseñanzas de Ética de nuestros padres.

El Lashón Harrá es un comentario negativo o dañino sobre otra persona, y el rejilut (chisme-calumnia) es un  término para describir algo negativo que alguien haya hablado o hecho en contra del que escucha: ambos son prohibidos.

Los sabios nos dicen que la destrucción del Segundo Templo Sagrado se debió al odio infundado, y que el Tercer templo no se va a construir mientras no corrijamos nuestro comportamiento cumplamos debidamente lo que nos ordena la Torá en esta parashát: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Aprendamos a valorar la sabiduría y la grandeza de la Torá, que desde hace más de tres mil años nos enseña la mejor forma de vivir, dándonos las herramientas para mejorar como personas y mejorar también nuestra relación con la familia y nuestro entorno, a fin de disfrutar lo mejor posible cada día.

                            Shabat Shalom 

15-04-2013
      

viernes, 12 de abril de 2013

TU ÁNGEL


Cuenta una antigua leyenda que un niño que estaba por nacer le dijo a Elohim:


-Me dicen que me vas a enviar a la Tierra, pero, ¿Cómo viviré siendo tan pequeño e indefenso como soy?


HaShem le respondió: -Entre muchos ángeles, elegí uno para ti, que te estará esperando. Él te cuidará.


-Pero dime: aquí en el cielo, no hago más que cantar y sonreír, eso basta para ser feliz. Y ¿Cómo entenderé lo que la gente me hable, si no conozco el extraño idioma que hablan los hombres?


-Tu ángel te dirá las palabras más dulces y más tiernas que puedas escuchar, y con mucha paciencia y cariño, te enseñará a hablar.


-¿Y qué haré cuando quiera hablar contigo?


-Tú ángel te enseñará a orar.


-He oído que, en la Tierra, hay malos. ¿Quién me defenderá?


-Tu ángel te defenderá aun a costa de su propia vida.


-Pero siempre estaré triste, porque no te veré más, Señor.


-Tu ángel te hablará de mí y te enseñará el camino para que regreses a mi presencia, aunque yo siempre estaré a tu lado.


Una gran paz reinaba en el cielo, pero ya se oían voces terrestres y el niño, presuroso, dijo suavemente:
Adoní (Dios mío), si ya me voy, dime el nombre, ¿cómo se llama el ángel? 


-Su nombre no importa, tú le dirás: Mamá.

UNA MIRADA HACIA ADENTRO


 
 Dos hombres,
 ambos muy enfermos, ocupaban la misma habitación en un hospital. A uno 
se le permitía sentarse en su cama cada tarde, durante una hora, para 
ayudarle a drenar el líquido de sus pulmones. Su cama daba a la única 
ventana de la habitación.
 El otro hombre tenía que estar todo el tiempo boca arriba.
 Los dos charlaban durante horas. Hablaban de sus mujeres y sus familias,
 sus hogares, sus trabajos, su estancia en el servicio militar, dónde 
habían estado de vacaciones. Y cada tarde, cuando el hombre de la cama 
junto a la ventana podía sentarse, pasaba el tiempo describiendo a su 
vecino todas las cosas que podía ver desde la ventana.
 El hombre de 
la otra cama empezó a desear que llegaran esas horas en que su mundo se 
ensanchaba y cobraba vida con todas las actividades y colores del mundo 
exterior.
 La ventana daba a un parque con un precioso lago. Patos y 
cisnes jugaban en el agua, mientras los niños encumbraban sus cometas. 
Los jóvenes enamorados paseaban de la mano, entre las flores de todos 
los colores del arco iris. Grandes árboles adornaban el paisaje y se 
podía ver a la distancia una bella vista de la silueta de la ciudad.

 El hombre de la ventana describía todo esto con un detalle exquisito; 
el del otro lado de la habitación cerraba los ojos e imaginaba la 
idílica escena.
 Una tarde calurosa, el hombre de la ventana 
describió un desfile que estaba pasando. Aunque el otro hombre no podía 
oír a la banda, podía verlo, con los ojos de su mene, exactamente como 
lo describía el hombre de la ventana con sus mágicas palabras.
 Pasaron días y semanas.

 Una mañana la enfermera de día entró con el agua para bañarle, 
encontrándose el cuerpo sin vida del hombre de la ventana, que había 
muerto mientras dormía plácidamente.
 Se llenó de pesar y llamó a los ayudantes del hospital para que se llevaran el cuerpo.

 Tan pronto como lo consideró apropiado, el otro hombre pidió ser 
trasladado a la cama al lado de la ventana. La enfermera le cambió 
encantada y, tras asegurarse de que estaba cómodo, salió de la 
habitación.
 Lentamente, y con dificultad, el hombre se irguió sobre 
el codo, para lanzar su primera mirada al mundo exterior; por fin 
tendría la alegría de verlo por sí mismo.
 Se esforzó para girarse despacio y mirar por la ventana al lado de la cama...
 Y se encontró con una pared blanca.

 El hombre preguntó a la enfermera qué podría haber motivado a su 
compañero muerto a describir cosas tan maravillosas a través de la 
ventana.
 La enfermera le dijo que el hombre era ciego y que no 
habría podido ver ni la pared, y le indicó: - Quizás sólo quería 
animarle a usted.
 
 ¬Epílogo: Es una tremenda felicidad el hacer 
felices a los demás, sea cual fuere la situación propia. El dolor 
compartido es la mitad de la pena, pero la felicidad, cuando se 
comparte, es doble. Si quieres sentirte rico, sólo cuenta todas las 
cosas que tienes y que el dinero no puede comprar.