martes, 26 de febrero de 2013

LA SILLA

La hija de un hombre le pidió al rabino que fuera a su casa a rezar una oracvión para su padre que estaba muy enfermo.

    Cuando el rabino llegó a la habitación, encontró a este pobre hombre en su cama con la cabeza alzada por un par de almohadas.

    Había una silla al lado de la cama, por lo que el rabino pensó que el hombre sabía que vendría a verlo.

     -Supongo que me estaba esperando- le dijo.

    -No, ¿quién es usted? - dijo el hombre enfermo.

   -Soy el rabino que su hija llamó para que orase con usted; cuando entré y noté la silla vacía al lado de su cama supuse que usted sabía que yo vendría a visitarlo.-

    -Ah sí, la silla.-

      ¿Le importa cerrar la puerta? -dijo el hombre enfermo.

    El rabino sorprendido cerró la puerta.

   El hombre enfermo le dijo:

      -Nunca le he dicho esto a nadie, pero toda mi vida la he pasado sin saber cómo rezar.

     -Cuando he estado en la sinagoga, he escuchado siempre al respecto de la oración, cómo se debe orar y los beneficios que trae... pero siempe esto de las oraciones; !noo sé!

    Me entra por un oído y me sale por el otro. De todos modos no tengo idea cómo hacerlo. Entonces.... Hace mucho tiempo abandoné por completo el rezo. Esto ha sido así en mí hasta unos cuatros años, cuando conversando con mi mejor amigo me dijo:
   
     -Yoséf, esto de la oración es simplemente tener una conversación con HaShem. Así es como te sugiero que lo hagas...
Te sientas en una silla vacía frente a ti, luego con fe mira a HaShem senado delante de ti.

      -No es algo alocado el hacerlo, por lo tanto, le hablas y lo escuchas de la misma manera que lo estás haciendo conmigo ahora.

     -Es así que lo hice una vez y me gustó tanto, que lo he seguido haciendo unas dos horas diarias desde entonces. Siempre tengo mucho cuidado que no vaya a verme mi hija.... Pues me internaría de inmediato en el manicomio.

    El rabino sintió una gran emoción al escuchar esto y le dijo a Yoséf que era algo muy bueno lo que venía haciendo, y que no dejara de hacerlo nunca.

     Luego elevó una oración por él, y se fue a la sinagoga.

    Dos días después, la hija de Yoséf llamó al rabino para decirle que su padre había fallecido.

    El rabino le preguntó:

     ¿Falleció en paz?

     -Si, cuando salí de la casa, a eso de las dos de la tarde, me llamó y fui a verlo a su cama.

     -Me dijo que me quería mucho y me dio un beso.

     -Cuando regresé de hacer unas compras una hora más tarde, ya lo encontré muerto.

       -Pero hay alg extraño al respecto de su muerte, pues aparentemente justo antes de morir se acercó a la silla que estaba al lado de su cama y recostó su cabeza en ella... Pues así lo encontré
       












 
     








       











     

0 comentarios:

Publicar un comentario