Rav. Yaakov Nehmer y la Rebetza Silvia de Nehmer

Líderes de la Congregación Sefardí Beit Yaakov

Servicio de Shabat

Sabado a las 10 de la mañana.

Congregación Beit Yaakov

Los invita a sus actividades semanales.

Al Servicio de HaShem en Beit Yaakov

Hace 36 años que aceptamos a Yeshúa HaMashíaj 18 años como Judío Mesiánico.

Yeshúa HaMashíaj

18 años como Judío Mesiánico Once años al Servicio de HaShem.

miércoles, 27 de febrero de 2013

¿POR QUÉ LA GENTE GRITAN?

Un día un maestro preguntó a sus seguidores lo siguiente: 

     -Por qué las personas se gritan cuando están enojadas?
Los alumnos pensaron unos momentos:

     -Porque perdemos la calma - dijo uno - por eso gritamos.

      -Pero ¿porqué gritar cuando la otra persona está a su lado? -preguntó el maestro- ¿No es posible hablarle en voz baja? ¿Porqué le gritas a una persona cuando está enojado?

     Los alumnos dieron algunas otras respuestas pero ninguna de ellas satisfizo al sabio.

     Finalmente, él explicó:

      -Cuando dos personas están ennojadas, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esa distancia deben gritar para poder escucharse.

Mientras más enojados estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse uno a otro a través de esa gran distanca.

     Luego el maestro preguntó:

        -¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? No se gritan, sino que se hablan suavemente, ¿porqué? Sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellos es muy pequeña.

       Y continuó:

        -Cuando se enamoran más aún, ¿qué sucede? No hablan, sólo sesurran y se vuelven aún más cerca en su amor. Finalmente no necesitan siquiera sesurrar, sólo se miran y eso es todo.
Así es cuan cerca están dos personas cuando se aman.

          Y finalmente, el maestro dijo:

         -Cuando discutan no dejen que sus corazones se alejen, no digan palabras que los distancien más, llegará un día en que la distancia sea tan grande, que no encontrarán más el camino de regreso.    












 








  

martes, 26 de febrero de 2013

LA SILLA

La hija de un hombre le pidió al rabino que fuera a su casa a rezar una oracvión para su padre que estaba muy enfermo.

    Cuando el rabino llegó a la habitación, encontró a este pobre hombre en su cama con la cabeza alzada por un par de almohadas.

    Había una silla al lado de la cama, por lo que el rabino pensó que el hombre sabía que vendría a verlo.

     -Supongo que me estaba esperando- le dijo.

    -No, ¿quién es usted? - dijo el hombre enfermo.

   -Soy el rabino que su hija llamó para que orase con usted; cuando entré y noté la silla vacía al lado de su cama supuse que usted sabía que yo vendría a visitarlo.-

    -Ah sí, la silla.-

      ¿Le importa cerrar la puerta? -dijo el hombre enfermo.

    El rabino sorprendido cerró la puerta.

   El hombre enfermo le dijo:

      -Nunca le he dicho esto a nadie, pero toda mi vida la he pasado sin saber cómo rezar.

     -Cuando he estado en la sinagoga, he escuchado siempre al respecto de la oración, cómo se debe orar y los beneficios que trae... pero siempe esto de las oraciones; !noo sé!

    Me entra por un oído y me sale por el otro. De todos modos no tengo idea cómo hacerlo. Entonces.... Hace mucho tiempo abandoné por completo el rezo. Esto ha sido así en mí hasta unos cuatros años, cuando conversando con mi mejor amigo me dijo:
   
     -Yoséf, esto de la oración es simplemente tener una conversación con HaShem. Así es como te sugiero que lo hagas...
Te sientas en una silla vacía frente a ti, luego con fe mira a HaShem senado delante de ti.

      -No es algo alocado el hacerlo, por lo tanto, le hablas y lo escuchas de la misma manera que lo estás haciendo conmigo ahora.

     -Es así que lo hice una vez y me gustó tanto, que lo he seguido haciendo unas dos horas diarias desde entonces. Siempre tengo mucho cuidado que no vaya a verme mi hija.... Pues me internaría de inmediato en el manicomio.

    El rabino sintió una gran emoción al escuchar esto y le dijo a Yoséf que era algo muy bueno lo que venía haciendo, y que no dejara de hacerlo nunca.

     Luego elevó una oración por él, y se fue a la sinagoga.

    Dos días después, la hija de Yoséf llamó al rabino para decirle que su padre había fallecido.

    El rabino le preguntó:

     ¿Falleció en paz?

     -Si, cuando salí de la casa, a eso de las dos de la tarde, me llamó y fui a verlo a su cama.

     -Me dijo que me quería mucho y me dio un beso.

     -Cuando regresé de hacer unas compras una hora más tarde, ya lo encontré muerto.

       -Pero hay alg extraño al respecto de su muerte, pues aparentemente justo antes de morir se acercó a la silla que estaba al lado de su cama y recostó su cabeza en ella... Pues así lo encontré
       












 
     








       











     

SEMILLAS O FRUTOS

Un día, un joven maestro, se sentó en mi mesa a compartir el almuerzo.
               -No sé por qué HaShem no se apiada de mi. Tengo que trabajar todo el día para poder tener un sueldo. En cambio, esa empresa que está en la esquina de la escuela, el dueño tiene tan solo unos ocho años más que yo, pero estoy seguro que posee varios millones, ¿Porqué no puedo tedner yo esa misma suerte?

            -Permíteme contarle una leyenda, le dije

Una mujer soño que entraba en una tienda recién inaugurada en la plaza del mercado. Para su sorpresa, descrubió que HaShem se encontraba destrás del mostrador.

            -¡Qué vendes aquí?  - le preguntó.

         -Semillas- Dijo HaShem

         ¿Qué tipo de semillas? - preguntó la mujer

      -Todo lo que tu corazón desee - respondió HaShem

Casi sin atreverse a creer lo que estaba oyendo, la mujer se decidió a pedir lo mejor lo que un ser humano podría desear:

       -Deseo que haya paz, amor, felicidad, sabiduría y la ausencia de todo temor - dijo. Y luego, tras un instante de vacilación, añadió:

     -No sólo para mí, sino para todo el mundo.

         -HaShem snrió y dijo:

      -Creo que no me has compredido. Aquí no vendemos frutos, únicamente vendemos semillas.







   








    
 

viernes, 15 de febrero de 2013

EL AMOR Y LA LOCURA


Cuentan que se reunieron en un lugar de la Tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres. Cuando el aburrimiento ya había bostezado por tercera vez, la locura, como siempre tan loca, les propuso:


- ¡Vamos a jugar a las escondidas!  La intriga levantó la ceja y la curiosidad, sin poder contenerse, preguntó:
- ¿A la escondida? ¿Cómo es eso?
- Es un juego – explicó la locura – en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde 1 hasta 1.000.000 mientras ustedes se esconden y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes que encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego.
El entusiasmo bailó, secundado por la euforia. La alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la duda e incluso a la apatía, a la que nunca le interesaba nada.
Pero no todos quisieron participar. La verdad prefirió no esconderse. ¿Para qué?, si al final la encuentran.
La soberbia opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiera sido de ella) y la cobardía prefirió no arriesgarse.
- Uno, dos tres,...- comenzó a contar la locura.
La primera de esconderse fue la pereza, que se dejó caer detrás de la primera piedra del camino.
La fe subió al cielo y la envidia se escondió tras la sombra del triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto.
La generosidad casi no alcanzó esconderse, porque cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos. Así, terminó por ocultarse en un rayito de sol.
El egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo, pero sólo para él.
La mentira se escondió en el fondo de los océanos, mentira, se escondió detrás del arco iris.
La pasión y el deseo en el centro de los volcanes.
El olvido... se me olvidó... ¿dónde?
Cuando la locura iba en el 999.999, el amor aun no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado, hasta que divisó un rosal y estremecido decidió esconderse entre sus flores.
- ¡Un millón! – gritó la locura – y comenzó a buscar.
La primera en aparecer fue la pereza, sólo a tres pasos, detrás de una piedra. Después se escuchó a la fe discutiendo con HaShem sobre teología y a la pasión y al deseo los sintió vibrar desde el fondo de los volcanes.
En un descuido encontró a la envidia y pudo deducir dónde estaba el triunfo. Al egoísmo no tuvo ni que buscarlo, él solito salió disparado de su escondite que había sido un nido de avispas.
De tanto caminar, la locura sintió sed y al llegar al lago descubrió a la belleza.
Con la duda le resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aun a qué lado esconderse.
Así fue encontrando a todos: al talento entre la hierva fresca; a la angustia en una oscura cueva; a la mentira detrás del arco iris, mentira, en el fondo de los océanos y hasta al olvido, que ya se había olvidado que estaba jugando a las escondidas.
Solo el amor no aparecía por ningún lado.
La locura buscó detrás de cada árbol, debajo de cada piedra, en la cima de la montaña y cuando estaba por darse por vencida, divisó un rosal... y comenzó a mover las ramas.
De pronto escuchó un doloroso grito... Las espinas habían herido los ojos del amor...
La locura no supo qué hacer para disculparse; lloró, rogó, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo.
Desde entonces, ¡el amor es ciego y la locura siempre lo acompaña!

viernes, 8 de febrero de 2013

EJEMPLO DE NUESTROS HIJOS



EJEMPLO DE
NUESTROS HIJOS

Una vez, un padre vino a quejarse acerca de la actitud de sus hijos hacia él.
            -¿En la escuela no les enseñan a los niños a respetar a los adultos? – preguntó.
            -Tratamos de infundir al máximo ese concepto-le respondí-, Pero permítame contarle una historia que tal vez pueda ayudarle a remediar el problema...
            Poco tiempo después que falleciera la abuela, el viejo hombre, cuyas manos ya le temblaban, la vista se nublaba y sus pasos flaqueaban, se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años.
            La familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacían que el alimentarse fuera un asunto difícil. Los guisantes caían de su cuchara al suelo y cuando intentaba tomar el vaso, derramaba la leche sobre el mantel. El hijo y su esposa se cansaron de la situación.
            -Tenemos que hacer algo con el abuelo – dijo el hijo – Ya es suficiente. Derrama la leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo.
Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba de la hora de comer. Como el abuelo había roto uno o dos platos, le servían su comida en su tazón de madera.
De vez en cuando miraban hacia el rincón donde estaba sentado solo el abuelo y podían ver una lágrima en sus ojos. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida.
El niño de cuatro años observaba todo en silencio. Una tarde ante de la cena, el papá vio que su hijo estaba jugando con unos trozos de madera en el suelo y le preguntó dulcemente:
-¿Qué estás haciendo hijo?
Con la misma dulzura, el niño le contestó:
            -Ah, estoy haciendo un tazón para ti y otro para mamá para que cuando yo crezca, ustedes coman en ellos – Sonrió y prosiguió con su tarea.
Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que quedaron sin habla. Las lágrimas rodearon por sus mejillas. Y, aunque no se dijo ninguna palabra al respecto, ambos supieron lo que tenían que hacer.
Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos. Y por alguna razón, ni el esposo, ni la esposa, parecieron volver a molestarse cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel.
Esto va en el honor y mérito a las personas que llegan a su edad avanzada, cuando su vista es nublosa, sus reflejos y su caminar es pesado... Es aquí dónde debemos de cumplir la mitzváh de:
Honra a tu padre y a tu madre para que sean prolongados tus días en la tierra que Adonai tu Eloha te da. Shemót 20:12

TITULO DE MUJER



TITULO DE
MUJER
Cierto día, una mujer llamada Ana fue a renovar su licencia de conducir.
Cuando le preguntaron cuál era la profesión, ella dudó... no sabía bien cómo llamarla... el funcionario insistió:
         -Lo que le pregunto es si tiene un trabajo...
         -Claro que tengo un trabajo, exclamó Ana... “Soy madre”
         -Nosotros no consideramos eso un trabajo. Voy a poner es que es ama de casa, dijo el funcionario, fríamente.
Una amiga suya, llamada Marta supo lo ocurrido y quedó pensando al respecto, por algún tiempo.
Un día, Marta se encontró en idéntica situación. La persona que la atendió era una funcionaria de carrera, segura y eficiente.
¡El formulario que Marta debía llenar parecía enorme e interminable!
         La primera pregunta fue.- ¿Cuál es su ocupación?
         Marta pensó un momento y, sin saber bien cómo, respondió:
         -Soy doctora en desenvolvimiento infantil y relaciones humanas.
La funcionaria hizo una pausa... y Marta debió repetir lentamente, enfatizando las palabras más significativas.
Luego de anotar todo, la joven osó indagar:
         -¿Puedo preguntar, qué es lo que hace...exactamente?
Sin la menor duda, con mucha calma, Marta respondió:
         -Desarrollo un programa a largo plazo, dentro y fuera de casa.ç
         -Soy responsable de un equipo y ya recibí cuatro proyectos. Trabajo en régimen de dedicación exclusiva, el grado de exigencia es de 14 horas por días, a veces... hasta 24 horas.
A medida que iba describiendo sus responsabilidades, Marta notó un creciente tono de respeto en la voz de la funcionaria, que finalizó el formulario sin hacerle más preguntas.
Cuando regresó a su casa, Marta fue recibida por su equipo;: una niña de 13 años, una de 7 y otra de 3...
Subiendo la escalera, al piso superior de la casa, pudo oír a su nuevo proyecto... un bebé de seis meses, ensayando un nuevo tono de voz.
Feliz, Marta tomó al bebé en brazos y pensó en la gloria de la maternidad, con sus muchas responsabilidades... y horas interminables de dedicación...
“¿Mamá, dónde están mis zapatos?... ¿mamá, me ayudas con la tarea?... mamá, el bebé no deja de llorar... ¿mamá, me buscas de la escuela?... ¿mamá, irás a verme bailar?...¿mamá, me compras...? ¡mamá...!
Sentada en su cama, Marta pensó: “si ella era doctora en desenvolvimiento infantil y relaciones humanas... ¿qué título tendrían las abuelas?”
Y luego descubrió un título para ellas: doctoras-sénior en desenvolvimiento infantil y relaciones humanas.
Las bisabuelas, doctoras con post grado en paciencia y desarrollo...
Las tías, doctoras-asistentes...
         ...Y todas mujeres, madres, esposas, amigas y compañeras: ¡doctoras en el arte de hacer la vida mejor...!
En un mundo en el que se da tanta importancia a los títulos, en que se exige siempre mayor especialización en el área profesional... ¡Es importante concientizarnos de que es más importante poseer experiencia y ser especialista en el arte de amar...!